No es un secreto que la banda inglesa de rock, Pink Floyd revolucionó el género musical desde su aparición allá a mediados de los años 60. La banda, originaria del norte de Londres, generó un amplio impacto no solo en el ámbito artístico y musical, sino también en el económico. Solo uno de sus discos, “The Dark Side of The Moon” (1973), ha vendido más de 45 millones de copias, siendo el tercer disco más vendido de la historia, detrás Thriller de Michael Jackson y Back in black de AC/DC, que lidera el podio.
En este contexto, y a lo largo de casi 60 años de historia, los miembros de la banda han pasado por algunas tensiones al respecto del rumbo y el destino que consideran el grupo ha debido tener. En nuestro artículo de hoy, empezaremos por la conclusión, y esa conclusión son las palabras expresadas por Roger Waters en el año 2013, “esto es una marca y tiene valor comercial”, con arrepentimiento al respecto del litigio legal que sostuvo con sus excompañeros (Gilmour, Wright y Manson) cuando abandonó la banda y no quiso que siguiera existiendo sin él.
Utilizando de excusa las dos fechas que hizo Roger Waters en la cancha de River Plate, en este artículo analizaremos el caso Pink Floyd, el valor de la propiedad intelectual y cómo una marca puede generar beneficios sin nuestra presencia.
Un breve repaso a la historia de Pink Floyd
Pink Floyd, una de las bandas más influyentes en la historia del rock, se formó en Londres en 1965. Sus miembros originales incluían a Syd Barrett, Roger Waters, Richard Wright, Nick Mason y David Gilmour, y juntos crearon una amalgama única de sonidos psicodélicos y progresivos que definirían el género.
El viaje musical de Pink Floyd comenzó con su álbum debut, «The Piper at the Gates of Dawn» (1967), liderado por Syd Barrett. La creatividad surrealista de Barrett dejó una marca distintiva en el álbum, pero problemas de salud mental llevaron a su salida temprana de la banda.
A pesar de la partida de Barrett, Pink Floyd floreció con la entrada de Roger Waters como principal letrista y cerebro conceptual. «A Saucerful of Secrets» (1968) marcó la transición hacia una dirección más experimental. Sin embargo, fue con «The Dark Side of the Moon» (1973) que la banda alcanzó la estratosfera de la fama. El álbum, una exploración conceptual de la vida y la muerte, se convirtió en un fenómeno cultural y catapultó a Pink Floyd a la cima del rock progresivo.
La narrativa conceptual continuó con álbumes como «Wish You Were Here» (1975), dedicado a Syd Barrett, y «Animals» (1977), una crítica mordaz a la sociedad. La relación entre los miembros de la banda se volvió tensa, especialmente con la salida de Roger Waters después de «The Wall» (1979), un álbum doble que exploraba las barreras emocionales y sociales.
A pesar de la partida de Waters, ya hablaremos sobre ello, Pink Floyd persistió con Gilmour, Mason y Wright. La década de 1980 y principios de la de 1990 vieron la creación de álbumes como «A Momentary Lapse of Reason» (1987) y «The Division Bell» (1994), consolidando su estatus legendario.
¿Cuál fue el conflicto?
El conflicto se centró en la pregunta fundamental sobre el futuro de Pink Floyd sin la presencia de Roger Waters. El artista no solo abandonó la banda, sino que también expresó su deseo de que la marca Pink Floyd no continuara existiendo sin su participación activa. Esta posición llevó a una disputa legal que dejó cicatrices en la historia del grupo y entre sus miembros originales.
En el marco de las dos fechas memorables que Roger Waters ofreció en la cancha de River Plate, es oportuno analizar el caso Pink Floyd desde la perspectiva de la propiedad intelectual y el valor de una marca. La declaración de Waters sobre la naturaleza comercial de la marca Pink Floyd resalta la importancia de proteger la propiedad intelectual en la industria musical.
A lo largo de sus seis décadas de existencia, Pink Floyd ha demostrado que una marca puede generar beneficios significativos incluso sin la presencia física de sus creadores originales. La música y el legado de la banda continúan resonando en el corazón de los fanáticos, convirtiéndose en un fenómeno atemporal que trasciende las tensiones y disputas internas.
La visita de Roger Waters a Argentina no solo fue un espectáculo musical, sino también una oportunidad para reflexionar sobre la importancia de preservar el valor de la propiedad intelectual en la industria del entretenimiento. Pink Floyd, con su legado imborrable, sigue siendo un ejemplo de cómo una marca puede perdurar a lo largo del tiempo, incluso cuando sus creadores toman caminos separados.
Un ejemplo local, puede ser el de los Fundamentalistas, banda que ya sin El Indio Solari, continúa tocando su repertorio sin la presencia del exlíder de los redonditos de ricota.
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